Lady L

Lady L

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Pensamiento lateral

Mi capacidad para distraerme es ilimitada. 

Esta tarde nos juntamos a tomar un café con mis amigas L y R. Venía todo bárbaro hasta que se pusieron a hablar de Cosas Serias, con palabras tales como "contract manager", "empresa", o "desayuno de negocios" y de repente yo me encontré pendiente de un cuarteto de palomas que se habían posado en la mesa de al lado y habían iniciado una guerra campal por unos restos de sandwich. Hacían ruido, se movían, chillaban (siempre hablo de las palomas), sobreactuaban esos aleteos fuertes que hacen los pájaros para intimidar al adversario, como los gatos cuando se paran en dos patas. Eran unas palomas guerreras y violentas, de esas grandes, que casi parecen gallinas. 

En un momento dos de ellas se trenzaron en una batalla sangrienta por un jirón de jamón crudo y tiraron el servilletero al piso. Ahí me sobresalté y empecé a flashear con una suerte de remake de "Los pájaros" de Hitchcock pero en versión paloma del microcentro, bicho sucio y arrabalero si los hay. 

Me imaginé que las cuatro palomas detenían la lucha en el mismo instante y me miraban, con esos ojos sin párpados que tienen, y empezaban a chillar las cuatro al mismo tiempo. Primero bajito, como entre ellas, planeando una estrategia. Después más alto, más, y más, y empezaban a batir las alas, y después una por una se iban acercando y volaban a mi alrededor, hasta que en un momento empezaban a tirarme picotazos al pelo y me obligaban a agarrarme la cabeza con las dos manos y salir corriendo de ahí.

Mientras tanto, mis amigas ya habían pasado al tema "fiesta de fin de año" y debatían qué tipo de zapatos quedarían mejor con un vestido de cocktail. 

Ilustración via dustglitterrain

domingo, 27 de noviembre de 2011

Aplauso dominguero

"For whatever we do, even whatever we do not do prevents us from doing the opposite. Acts demolish their alternatives, that is the paradox"

La traducción sería algo cercano a "Porque todo lo que hacemos, incluso todo aquello que no hacemos nos impide hacer lo opuesto. Los actos demuelen sus alternativas, esa es la paradoja".

(fragmento de "Light Years", de James Salter).

Ilustración: Agata Nowicka

viernes, 25 de noviembre de 2011

La primera impresión

Admito que soy prejuiciosa y que generalmente me quedo atadísima a la primera impresión que me provocan las personas al conocerlas. Enseguida les pongo etiquetas: nabo, hueca, maleducado, pedante, etc. Después no tengo problemas en rectificar esas percepciones iniciales y admitir que estaba equivocada, si la persona vale la pena. Me ha pasado muchas veces.  

Lo mismo con la gente que me cae bien de entrada. A veces conozco personas que al principio parecen inteligentes, generosas, buenas personas, y que después empiezan a mostrar la hilacha y se deschavan en su verdadera esencia.

¿Qué es lo que mostramos al otro en un primer contacto? ¿Es lo que realmente somos o la proyección de cómo queremos que el otro nos vea? Supongo que se dan los dos casos, porque también hay gente que es así, tal como la ves y la sentís el primer día: genuina, transparente.

Según dicen los que me conocen, la primera impresión que tuvieron de mí fue la de una persona antipática, malhumorada, inaccesible (en el mejor de los casos). Una joyita.

La primera impresión, ¿realmente es la que cuenta?



Ilustración: Aishan Yu


miércoles, 23 de noviembre de 2011

Post data

Los que nunca recibieron una no saben, no pueden saber de la emoción que se siente al ver el sobre ahí, solito y cerrado, cerrado por alguien, por la misma persona que se tomó el trabajo de elegir una hoja de papel, una lapicera con buen trazo y se sentó a escribir esas líneas. 

Que seguramente tuvo que pensar todas y cada una de esas palabras manuscritas. 

Que quizás tiró varios borradores (hechos un bollo, nada de papelera virtual) antes de llegar a la versión final.

Que decidió que lo que tenía para volcar ahí era algo valioso, digno de perdurar en el tiempo.

Que no sólo escribió la carta sino que tuvo que llevarla hasta el correo, con lo cual tuvo tiempo de confirmar que sí, que esa comunicación de verdad tenía que suceder.

Amo las cartas. Me imagino un sobre de papel por cada uno de los e-mails que recibo por día y me agarra una cosquillita acá en la panza, pero de esas lindas, de las que vale la pena tener.


Ilustración de Nicolaz García

lunes, 21 de noviembre de 2011

Impermeable (parte I)

Michael Corleone, en El Padrino III, se entrevista con el cardenal Lamberto. Antes de aprovechar la volada para confesarlo, el cardenal le dice a Michael que los europeos, a pesar de haber estado inmersos por siglos en el catolicismo, no han sido penetrados por Cristo. Se lo explica sacando una piedra de un estanque, donde ha estado sumergida por muchos años: la piedra está empapada, pero cuando el cardenal la rompe se ve que el interior está completamente seco.

Ayer fui al MALBA a ver "El estudiante", una película argentina que vale la pena ver, y que trata sobre la militancia estudiantil universitaria. Mejor dicho, sobre la militancia. Es la historia de Roque, un chico no tan chico del interior, que un poco por casualidad y otro poco por amor (¿cuándo no?) ingresa al mundo de la política estudiantil y va conociéndolo de a poco, a los golpes, hasta convertirlo en su único mundo y en la razón de su vida. 

A pesar de que la película me gustó mucho, salí del cine con un sabor medio amargo, el de la evidencia de haber pasado por ese mundo universitario (y por la vida política en general) sin saber qué es la militancia, el compromiso por una causa, la lucha por un ideal. No es algo de lo que me enorgullezca, pero tampoco lo considero una cuenta pendiente. Simplemente se dio así. Pasar por al lado de los stands de las agrupaciones sin mirarlos, no leer ni siquiera los títulos de los folletos que me entregaban en mano, desconocer sus propuestas, votar por inercia a Franja Morada. Pasé por la universidad con anteojeras, con la única meta de rendir bien las materias y recibirme lo antes posible. Apolítica. Autista. Impermeable, como la piedra del cardenal Lamberto.

Continuará...  

"A different kind of education", ilustración de Jeffrey Alan Love
Otro que anduvo de gira cultural fue Mario, pueden leer su crítica a "Lluvia constante" acá.  

miércoles, 16 de noviembre de 2011

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Mu

Quizás el asado esté entre las cosas más ricas que se me ocurren si pienso en comidas. Y eso que hay platos por superar: unas buenas pastas, un guisito, un pastel de papas, sushi.

Pero el asado, si está bien hecho, puede ser algo sublime.

Un asado que se precie tiene que empezar necesariamente con una picada. Como mínimo queso, pan, salame o salamín (no sé cuál es la diferencia), papas fritas, aceitunas, y alguna bebida espirituosa para acompañar, a gusto del consumidor. Nada mejor que un buen aperitivo mientras la parrilla se pone a punto y el asador empieza el ritual, que varía según cada persona (porque cada asador tiene su sello, sus mañas, sus trucos; otro día puedo hacer una clasificación).

Mi asado ideal empieza con chorizo, morcilla, y ensalada de papa y huevo. No soy fan de las achuras, pero puedo aceptar una mollejita si está bien cocida. Sigo con matambre, vacío, tapa y asado propiamente dicho. No tengo límites. El pollo se lo dejo a los amargos que no comen carnes rojas (ni hablar de los sacrílegos vegetarianos o veganos que perpetran el delito de comer sólo papas o morrones asados con ensalada).

Asado vino tinto = la perfección, además del mejor invento argentino.  

Nota mental: no escribir más un post en estado de hambruna porque se me hace agua la boca.


Imagen de wackystuff (vía Flickr)

martes, 8 de noviembre de 2011

La argentinidad al palo

Soy de las que siempre se quejan de la mal llamada viveza criolla, de las que sienten vergüenza ajena cuando alguien se sube al subte sin boleto, o falsifica credenciales para entrar gratis a un recital o un museo. Creo que lo que más me molesta es el que se jacta de tales “proezas” y que con cada peso ahorrado se cree un poco más inteligente que los demás.

Pero la vida te pone a prueba de modos misteriosos (Pastor Gimenez’ s alert). En este momento me debato entre el bien y el mal, entre el ser y el deber ser, estoy parada en el precipicio a punto de caer en el abismo de la argentinidad, del cual ya no hay retorno posible.

Resulta que hace un mes y pico hice un pedido de libros a Amazon, por culpa de Anne Boleyn, que me dio la idea acá. Como no llegaron a tiempo hice el reclamo, y en menos de 5 horas había recibido las disculpas de Amazon y la confirmación de que habían cargado el pedido de nuevo.

Hoy recibí las dos cajitas juntas en mi casa. O sea que en lugar de 3 hermosos libros tengo 6.

Tengo 3 opciones:

1) Ser una persona civilizada y notificar a Amazon, para ver cómo es el tema de la devolución.

2) Poner cara de Gollum y atesorar los libros al grito de "my precious" para hacer feliz a alguien que comparta mis gustos literarios.

3) Esperar un tiempo prudencial a ver si me reclaman algo, y luego proceder a la opción 2 con más tranquilidad mental, convenciéndome de que la orden extra es una especie de compensación por la demora original.

Dudo, dudo, no paro de dudar.

"Beauty for Annabelle", ilustración de Denise Van Leeuwen

lunes, 7 de noviembre de 2011

Otra oportunidad

Los domingos fueron hechos para la vagancia, y por tal cosa yo entiendo tres actividades:

  1. Comer;  
  2. Dormir;
  3. Disfrutar de alguna ficción (libro, película/serie o teatro).
Ayer (además de las primeras dos, claro) tocó película, así que R y yo nos fuimos al cine a ver la última de Almodóvar: “La piel que habito”.

¿Cómo empezar? Quizás por lo que sí me gustó, a riesgo de sonar como Graciela Alfano. Me gustaron las locaciones, la fotografía, la música, y la belleza innegable de la actriz principal (matémosla).

No me gustó el argumento: sin adelantar nada puedo decir que Pedro metió a Frankenstein y a un combo de novelas mexicanas en la licuadora, agregó un poco de sal y apretó el botón rojo. Obviamente salió una mezcla bastante informe, por no decir  inverosímil y traída de los pelos.

No me gustó el guión ni la estructura de la película: muchos flashbacks al dope y explicaciones innecesarias. No me gustó Antonio Banderas. No me gustó el final.

En definitiva: no me gustó. Algunos dirán que es cine de culto, que Almodóvar es “sólo para entendidos”. La pindonga. Para mí si la película le hace ruido al espectador común y corriente (como uno) significa que algo falló. Mi calificación: 2 y ½ de un máximo de 5.  

Ilustración de Aldous Massie


viernes, 4 de noviembre de 2011

La metamorfosis

Todavía no tengo hijos, con lo cual estoy en la etapa en la que para mí “BB” significa Blackberry o en todo caso Brigitte Bardot o Bahía Blanca, nunca “bebé”. Pero tengo muchas amigas que ya los tienen, y he notado que la maternidad las ha modificado a tal punto que algunas están irreconocibles.

Más allá de la incorporación de vocablos que uno todavía desconoce, como por ejemplo “huevito”, “practicuna”, o el temible “sacaleche”, creo que el nuevo status les ha cambiado hasta la manera de hablar. Podría decirse que la voz se les dulcifica, se les agudiza un poco el tono, el hablar es más pausado, e indefectiblemente el tema que empieza a predominar durante el 70% o más del tiempo de los encuentros o salidas es uno solo: los niños.

Con otra amiga hemos implementado la “Maternity Alarm”, que consiste en hacerles notar de manera bastante violenta al grupo de amigas madres que ya llevan bastante tiempo hablando de las ventajas y desventajas del chupete de silicona, y que ya podemos pasar a temas más superficiales que nos competan a todas, como el color de esmalte de uñas que se usa esta temporada.

Espero no volverme monotemática cuando me llegue el momento, y que no sea necesario que nadie haga sonar esa alarma (o directamente me pegue un bife por aburrida).

"Rosemary Baby", ilustración de Lindsay Beach

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Heroínas

Soy de la época del Street Fighter ochentoso, pero mi Alzheimer ha llegado a tal punto que no me acuerdo si se jugaba con la computadora (una Commodore 64) o con el Family Game (términos ambos igual de obsoletos). Lo que sí me acuerdo es que yo siempre elegía para jugar a Chun Li, y que mis hermanos me pegaban unas palizas épicas porque -por supuesto- era malísima. A mí me gustaba porque era japonesa y tenía dos rodetes en el pelo, si peleaba bien o mal era un tema secundario.

Otro personaje que me fascinaba era Cheetara, de los Thundercats, pero no por su velocidad sino porque me parecía hermosa con su aire felino y su piel atigrada (¿vendrá de ahí mi gusto por el animal print?). No entendía cómo Leon-O no se fijaba en ella en lugar de estar viendo más allá de lo evidente con su espada del augurio.

Pero sin repetir y sin soplar, los personajes femeninos de ficción que más me atraían de chica eran: Clarita de Heidi (silla de ruedas incluida), Jo de Mujercitas, Alicia (siempre), la Sirenita, Jerusha Abbot de "Papaíto Piernas Largas", Rainbow Brite, Mafalda, Katy (de un libro de la colección Robin Hood que se llamaba "Katy va a la escuela"), She-Ra, Momo y Campanita. 

Me divierte pensar que puedo tener algo de cada una de ellas. 


Ilustración: Irma Kniivila

martes, 1 de noviembre de 2011

Ya no queda nada más

Ayer fue Halloween. A falta de fiesta o de algún plan que incluyera calabazas, me disfracé de Bridget Jones y me instalé en el sillón frente a la TV con ¼ kilo de helado para ver el final de “El Elegido”, la novela que me fumé todo el año (al principio para reírme de la particular versión televisiva de un estudio de abogados, después para criticar a la Brédice, y después porque –lo admito- me enganché).

Odio a Echarri y a Paola Krum, pero me gustaba ver a Lito Cruz en su personaje de abogado diabólico, y a Luciano Cáceres como su hijo perturbado encarnando a mi pecado capital preferido: la pereza. Ludovico di Santo era una linda manera de recrear la vista, y había algún que otro personaje pintoresco: Greta, Armenia y Verónica San Martín (¡atencium!).

Para estar a tono con la temática, la verdad es que el final estuvo lejos de hacerle justicia a la novela. Lleno de clichés, de muertes gratuitas y de justificaciones ridículas para los “grandes secretos” que habían sido la base de la historia durante todo el año. ¿Qué joraca es el regüe? ¿Para qué servía? ¿Era necesario que en la última semana apareciera la paparruchada esa de la daga negra y la daga blanca? ¿Y ese final abierto, con Alma que por supuesto empezó a hablar siendo autista?

Malísimo todo, pobre y berreta. Me indignan los guionistas que no planean el final de una historia desde que empiezan a escribirla.
 
Por suerte, para compensar, el helado estuvo 10 puntos.