Lady L

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viernes, 20 de julio de 2012

El día del amigo

No falla: el 20 de julio de todos los años los contactos que se autodenominan amigos de uno (más los amigos de verdad) nos bombardean durante 24 horas con saludos virtuales. Tienen a su favor toda una batería de armas tecnológicas: mensajes de texto, whatsapp, mail, Facebook, Twitter. El teléfono ha quedado absolutamente demodé (gracias, Dios).

Hay una variada gama de estos "amigos" ocasionales, que salen a relucir una vez al año:

Están los que mandan mensajes genéricos, del estilo "feliz día, TKM", razón suficiente para eliminarlos de inmediato (al mensaje y al "amigo" en cuestión); los que tienen una regresión adolescente y extienden la última letra de cada palabra, como si estuvieran gritando a la distancia ("feliz diaaaaaa amigaaaaaaa"); los que en lugar de amiga te dicen "AMI". ¿Qué les pasa? ¿No saben que no les van a cobrar por escribir la palabra entera? ¿Cuántos años tienen, por el amor de Cristo?; los que se ponen excesivamente sentimentales y hacen manifestaciones de amor eterno que en pocos casos se cumplen ("sabés que voy a estar siempre"); los que a modo de saludo te etiquetan en una tarjeta virtual horrible adornada con Tiger y Winnie Pooh (Winnie Pooh, en serio) y creen que con eso se ganan el premio al amigo del año.

Lo malo de este tipo de mensajes es que obligan a cierto tipo de reciprocidad. Teóricamente uno se vería obligado a contestar "Igualmente" (o, en su caso, "igualmenteeeee" o "igualmente AMI", dependiendo del código que haya utilizado cada emisor. En cambio, prefiero llamarme al silencio y contestarles sólo a aquellos que considero mis amigos. 

Es probable que después de esto me queden aún menos amigos que los que ya tengo. Mala suerte. Prefiero pocos y buenos y no cientos de pelotudos virtuales (Violencia Rivas mode ON).

Dicho esto, le mando un feliz día a mi puñadito de amigos de verdad, a esos que están siempre y no necesitan gritarlo a los cuatro vientos :)


martes, 3 de julio de 2012

En distintas canastas

Hay un dicho de abuela (no de las mías, pero puedo citarlo de todos modos) que habla de "guardar los huevos en distintas canastas". De no apostar a un proyecto único, bah, aunque creo que el dicho apunta más a lo económico. Dejando los huevos de lado, es típico de vieja eso de esconder billetitos en distintos lugares de la casa, al punto en que ellas mismas llegan a olvidar los escondites y después vaya a saber uno qué sucede con esos pequeños tesoros. Mi tía, por ejemplo, es una profesional del tema. Una vez sacó un rollo de dólares de la tulipa de una lámpara del living, y otro del fondo de una maceta.

Pero me fui por las ramas. Me parecía interesante esa idea de diversificarse y no volcar todas las energías en una sola cosa, por varios motivos:
1. Porque si esa única cosa termina aburriéndote, te vas a querer matar;
2. Porque si esa única cosa termina saliéndote mal, te vas a querer matar;
3. Porque hay tantas cosas interesantes que si sólo le ponés fichas a una, eventualmente te vas a dar cuenta y te vas a querer matar.

Siempre fui de hacer bastantes cosas a la vez (por suerte) pero ahora siento una libertad distinta, una energía que nace de las posibilidades (que no son infinitas, eso sí es una mentira, pero sí varias). Me gusta pensar en mí en distintas facetas, y encarnar cada una de ellas sin quedarme en un mismo molde. Creo que me quiero quedar con todas las canastas que tengo y por qué no, seguir sumando otras nuevas.