Y se acaba el 2011, nomás. En esta época uno tiende a sobreestimar el sistema calendario y a pensar que el 31 de diciembre se cierra el ciclo. Como si fuera un balance, o el capítulo de un libro que se termina.
Quizás no sea más que una estrategia de optimismo o simple supervivencia eso de pensar que el 1 de enero tenemos otra vez la página en blanco y que todo lo que viene es proyecto, planes, oportunidad.
Entonces nos deseamos feliz año, como cada 31 de diciembre, y ponemos las expectativas y las esperanzas en esos doce meses que llegan, nuevitos, listos para usar, como dice Mafalda.
No creo que esté mal el festejo, el brindis, los fuegos artificiales y todo eso. Pero tal vez los deseos más importantes sean los que para un desprevenido podrían parecer los más sencillos, esos que casi no se nos ocurren por evidentes, por darlos por sentados.
La familia. Las personas valiosas. Las cosas que uno ama, por más pequeñas que sean. La integridad. Los momentos que después se recuerdan con una sonrisa. La curiosidad. Un lugar al cual volver. Un lindo sueño. Las palabras que dejan huellas. La certeza de ser una persona querida.
Todas aquellas cosas por las que a uno le dan ganas de agradecer.
Feliz 2012, gente. Y a vos, 2011, que te garúe finito.
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Imagen via ffffound.com
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